Instrucciones para interrumpirse durante una videollamada sin perder la compostura

Hace aproximadamente un mes, mi compañera de trabajo Nora me dio a conocer unos escritos de Julio Cortázar en forma de instrucciones que describen e ilustran cómo realizar algunos actos cotidianos y automatizados sin perder la compostura. La idea tan sencilla y surrealista, unido a la excelente mano de Cortázar, me apasionó. Recomiendo leer estos textos, especialmente las instrucciones para dar cuerda a un reloj y las correspondientes para subir una escalera.

Junto a esto, mi compañera tramaba una actividad entre los compañeros que quisieran apuntarse, a la que terminamos de dar forma. Consistía en exponer un par de temas, actos cotidianos de nuestro día a día, sobre los que escribir instrucciones que pondríamos en común durante una tarde en un pequeño coloquio. Decidimos proponer dos temas para esta primera sesión:

  1. Instrucciones para interrumpirse durante una videollamada y no perder la compostura.
  2. Instrucciones para encontrar la ventana del ordenador deseada (o pestaña del navegador) sin perder la compostura.

Ese día fue el viernes pasado. Reconociendo su idea como la más original, me decidí a escribir sobre cómo interrumpirse durante una videollamada. Ella hizo lo contrario y escribió sobre la mía, «el baile de las ventanas», como yo lo denomino. La verdad es que fue una jornada muy entretenida y el coloquio versó sobre temas muy presentes en el día a día pero poco discutidos en general.

Finalizaré esta entrada con las instrucciones que escribí:

Instrucciones para interrumpirse durante una videollamada y no perder la compostura

«Le están observando, pero no se alarme. Alce la vista y verá unos bustos encuadrados flotando. Si olvida por un momento la contradicción de que el espacio no lo es, descubrirá que los ojos de los bustos se dirigen debajo de su mentón o se mueven de un lado para otro. Evitan su mirada directa: le tienen miedo a usted. Sea caballeroso e impóngase.

Inspire y quede atento a la vibración del aire. Cuando la voz que lo tañe encuentre un escalón, desplácela como un muchacho que aparta a otro para recoger una moneda del suelo. Acto seguido, titubee con el mayor rigor posible. Las voces se perseguirán unos instantes en la senda numérica. Si ha sido preciso en el titubeo, su voz enseñoreará el aire.

Continúe hasta que encuentre un escalón.»

~Roboe