Este es mi último mensaje de WhatsApp. Permitidme que sea algo más extenso de lo habitual.
Lo primordial de este mensaje es explicaros qué significa para vosotros que yo tome esta decisión, al margen de que no podréis contactarme por esta plataforma. Me podréis seguir llamando normalmente a mi teléfono móvil (XXXXXXXXX
) y contactarme por correo-e a la dirección xxx@xxx.xxx
. ¡Me encantará recibir una llamada o correo vuestro! La única plataforma de mensajería en la que seguiré intermitentemente activo será Signal, por si queréis descargarla.
Lo segundo que quiero exponeros es por qué tomo esta decisión. Quizá suene repentina, pero tras dos años de silenciar toda notificación en mi Fairphone y después de reducir al mínimo mi presencia en «redes sociales», es sencillamente el siguiente paso. ¿Cuándo fue la última vez que rechazasteis unos términos y condiciones? Yo ya no acepto los de WhatsApp ni su matriz, Facebook. Al margen de los argumentos de soberanía tecnológica que no corresponde explicar aquí, no es aceptable que empresas comerciales, entrevistadores, profesores poco serios o cualquier otra persona que consiga mi número irrumpa sin permiso en un contexto informal que considero personal y privado. También estoy hastiado de que el diseño deliberadamente invasivo de las aplicaciones móviles os lleve a muchos a disculparos sin motivo alguno cuando tardáis 5 minutos o dos días en contestar porque estáis viviendo.
Por último, si habéis llegado hasta aquí, os voy a contar qué implica para mí. No es una decisión caprichosa, entre otras cosas porque no me sale gratis ni ha sido repentina. WhatsApp decidió no poner un botón para cerrar sesión, así que he tenido que pensar cuándo y cómo pulsar el botón rojo. Hacerlo no es una autocondena al ostracismo, como se suele pensar; por ejemplo, una de las personas que más admiro no tiene WhatsApp y me considero afortunado de tenerla muy cerca. Con esta decisión que tomo abro caminos poco transitados, y en una era en la que cada vez se reduce más nuestra ventana de elección tecnológica, la posibilidad de ejercerla se convierte en un privilegio, y la simple voluntad de ejercerla, en un acto fortuíto de reivindicación, con todas sus consecuencias. A pesar de proponer otros canales, no soy ingenuo y sé que una de ellas será que algunas personas pierdan el contacto conmigo. Por contra, espero que mi relación con otras se refuerce. Son las dos consecuencias de pasar de un «funcionamiento automático de las relaciones sociales» a uno más consciente e implicado. Tampoco será posible reconstruír la mayoría de chats de grupo, así que lo compensaré estando más presente en físico. Para cumplir esto y para volver a contactar con otras, dependeré de personas con las que sí esté en contacto directo. También espero que reducir los canales de comunicación en los que estoy activo tenga un impacto positivo en mi atención, mi carga mental y mi presente.
¡Gracias y nos vemos! 🕴️